También conocida como piorrea y en el lenguaje de las abuelas “dientes de bruja”.

La periodontitis es una enfermedad relacionada con las estructuras que rodean al diente y cursa con:

Inflamación de la encía.
Sangrado y/o purulencia.
Halitosis (una de las causas del mal aliento…)
Dolor al masticar y sensibilidad.
Encías retraídas y movilidad dentaria.
– Pérdida de las estructuras de sujeción de los dientes.

Sobra decir que cuando el diente pierde sus estructuras de sujeción… se cae.

Una gingivitis mal tratada o abandonada a su suerte, puede derivar en una periodontitis, agravándose el problema.
Como ya sabemos, la boca está ampliamente colonizada por bacterias, y cuando estas depositan sus desechos sobre los dientes y bajo la encía, y además no se limpian correctamente, comienzan los problemas periodontales.

Algunos factores de riesgo son:

– La herencia genética. Hay personas que ya nacen con esa predisposición genética por lo que deben ser especialmente precavidos.
Cambios hormonales en las niñas y en las mujeres adultas. Estos cambios hacen que las encías se inflamen y se vuelvan más vulnerables y sensibles.
Malos hábitos, como el tabaquismo o la falta de higiene.
– Ciertos medicamentos que reducen la cantidad de salivación, haciendo que los tejidos bucales se resequen y se irriten. Al haber menos saliva, las bacterias proliferan con mayor libertad y hay más riesgo de padecer caries y gingivitis. Los medicamentos inmunosupresores también pueden ser un factor de riesgo.
– Enfermedades como el cáncer, el sida o la diabetes tienen más posibilidades de padecer infecciones.

Tratamiento:

Dependiendo de la gravedad y de la extensión de la enfermedad se recomienda el raspado y alisado radicular de los cuadrantes o dientes afectados o bien directamente la cirugía periodontal, donde se limpian en profundidad todas las estructuras más recónditas que rodean al diente y el propio diente, con ayuda de la anestesia, de un ultrasonidos, curetas e instrumentos propios de las cirugías orales.

El tratamiento es una tarea de constante esfuerzo por parte del paciente en casa, que deberá cuidar su higiene al máximo cada día, empleando un cepillo preferentemente eléctrico o un manual (siempre y cuando use una buena técnica), un irrigador bucal y colutorios con clorhexidina (como tratamiento inicial) y con triclosán (para mantenimiento). Las visitas al dentista y al higienista son de obligadísimo cumplimiento si se quiere tener controlada la enfermedad y mantener unas estructuras orales saneadas y en buen estado.

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